Alejandro de Humboldt ya había reseñado en su obra "Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente", una riada ocurrida en La Guaira.......

A propósito de la catástrofe ocurrida en el estado Vargas, a mediados de diciembre pasado, Humboldt, en el tomo dos de su obra citada, publicación de Monte Avila Editores, primera edición, Caracas, 1985, páginas 272-273, anota: "Desde el año de 1797 todo ha cambiado. (...) admitían una alteración extraordinaria en la constitución atmosférica causada por el desbordamiento del río de La Guaira. Este torrente (...), tuvo, después de sesenta horas de lluvia en las montañas, una creciente tan extraordinaria, que arrastró troncos de árboles y masas de rocas de un volumen considerable. El agua medía durante la creciente de 30 a 40 pies de anchura por 8 a 10 pies de profundidad".

Esto ocurrió entre el domingo 11 y el miércoles 14 de febrero de 1798; llovió en todo el litoral central. Nada más el desbordamiento del río Osorio hizo que se cayesen o quedaran inhabitables 219 casas, lo que ocasionó pérdidas estimadas por los diputados del común en unos 131.360 pesos, sin contar los daños producidos a muebles y haciendas, aparte de la ruina de las obras de fortificación y edificaciones militares.

Asimismo señala en el tomo tres, página 51, que: "Muchas montañas de Caracas entran en la región de las nubes; pero los estratos de las rocas primitivas están inclinados en un ángulo de 70° a 80°, y caen generalmente hacia el noroeste, de suerte que las aguas se pierden en el interior de la tierra o brotan como abundantes manantiales, no al sur, sino al norte de los cerros costeros de Niguatar, Avila y Mariara". De estas sabias observaciones de Humboldt, sobre todo cuando emplea las palabras "de suerte", podemos deducir que para el momento de su visita a Caracas gran parte del litoral central se hallaba poco poblado.

Humboldt también descubrió el enorme murallón de rocas -sector de la fila Maestra que va desde la Silla de Caracas hasta el pico Naiguatá, de unos siete mil metros de longitud y unos 1.800 metros de profundidad, que baja perpendicularmente al mar. No obstante, pudo comprobar que la verdadera inclinación de la cuesta era de 60 grados.

Aun cuando en el parque nacional El Avila se han identificado tres sistemas de fallas geológicas importantes y existe información sobre el desarrollo fisiográfico y las edades de mayor importancia del sistema montañoso de dicho parque (Pereira y Aso, 1984), todavía hay muchos aspectos desconocidos en una buena extensión de la vertiente norte, de cara hacia el mar Caribe. Por ejemplo, no existe un estudio detallado sobre las quebradas, manantiales intermitentes y mantos de agua. Sólo exploradores audaces, como los de algunos centros excursionistas, han logrado internarse por sus ríspidas laderas y acopiar ciertos datos sobre su topografía.

Cuando los naturalistas Humboldt y Bonpland realizaron las exploraciones en Venezuela, con autorización de la Corona española, aportaron conocimientos que hoy por hoy tienen una gran vigencia. Pero con el transcurso de los años dichos conocimientos quedaron sólo para las exposiciones en salas académicas y páginas culturales de los periódicos, como recuerdos de hombres que además dieron una de las primeras orientaciones a Bolívar, en París, en 1804, sobre la libertad de América.

La experiencia de la primera ascensión al pico Oriental de la Silla de Caracas por Humboldt y Bonpland, contenida en la obra que redactara y nos legara Humboldt, así como otras informaciones de ella, deben ser objeto de estudio exhaustivo, pues su vigencia es indiscutible.




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